sábado, 24 de octubre de 2009

Arrabales disecados


Los anocheceres han sido mi novela,
capítulos sin hoja ni barco de vela.

Sonrisas de luna con cielos escanciados
y veredas pintadas en escalones torturados.

Quince días y miles de noches,
donde la eufonía de las estrellas
me susurraban la expiración sin reproches,
para soñar en tu cuerpo y mi pena.

Desperté de este fallecimiento
y todo tenía que ver con tu boca,
un espejismo inmaterial del sentimiento,
que nublaba mi ropa volviéndola loca.

En las arrugas de mi risa,
palpita mi compasión
y se intimidan mis pupilas,
cobardes en la conclusión,
hora punta que odia sin amor.

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