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En el segundo que cubre esta lágrima,
soy otra vez un monólogo de mi novela.
En el minuto que va desde mi latido
a mi boca, saboreo la nostalgia ,
que va dejando el dulce sabor de tus labios.
En esta sonrisa que dibujo en tu aliento,
se ablanda cada escalón de mi quebranto
en esta mañana de triste sábado de llanto.
En este sollozo me sincero,
como el acorde que no cambia,
y me mata la musicalidad de un te quiero;
y aún así no se clamar en ti la magia.
Perdonen Damas y Caballeros,
una retahíla más de mis sentimientos,
pero no puedo seguir en un espero,
soy el truhán al que le han destrozado el pecho.
Cada paso ahora es un antónimo de la dulzura,
gestos que pesan en el suspiro de un alma,
y las fotografías me matan de alegría,
pero me suicidan en silencios y utopías.
Me sincero con el firmamento,
soy esclavo del sentir y amar,
un reincidente en lo bello y puro.
Reincidente de ese mapa que es tu espalda,
el respirar de tu cuerpo,
del perímetro de tu ombligo
y las dos rosas que plantaría en tu pelo.
En la incapacidad de mi momento,
inmóvil me mira mi espejo con lástima,
callado expira un viejo sollozo ,
que me dice lo siento.
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