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Somos lo que somos
y enmudecemos por saberlo.
Por sentirlo en el desafecto,
en los vacíos del resto,
en los estos y aquellos.
Ojeamos con otros ojos
a la antítesis de nuestros defectos,
la falta de afecto a nuestro reflejo,
a los gritos en lágrimas por lo muertos
en nombre de más libertad y menos sufrimiento.
Somos el hoy del presente pasado,
un recuerdo de la memoria,
el relato de una falsa victoria
y la historia enterrada de nuestros hermanos.
Somos los lunares del paredón,
el moratón de la patada en la puerta,
el frío férreo de la soledad muerta,
y el peso del silencio sin honor.
Somos lo que somos
y enmudecemos por saberlo,
pero aún grita más allá del olmo
nuestro pasado en el trinar de los merlos.
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