domingo, 12 de septiembre de 2010

·Melopeas·


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Mi trinchera no sabe de agrias alegrías,
unos suspiros de fría alergia otoñal
con bases labiales de hojas y agonía.

Mi amor es un respiro profundo de la vida,
una puta cautiva sin una patria querida,
la puntilla repetida del ruido de golondrinas,
el maullar roto de unas lágrimas distraídas.

Mi poesía enfría marinas de alegorías,
la triste guía sin horizontes ni vigías.

Un deseo y un camino a los marineros de mi pecho,
para dejar fuera tus puntos cardinales de mi cuerpo.

Mi silencio es el grito cansado del sexo,
una lágrima plomada sin aspavientos,
la respuesta del falso sentimiento
que crucifica tu mirada bajo versos.

Mi ñoñería es mi tarjeta de visita,
la espinita del vacío que llena mis bolsillos.

Una cursi puñalada en la tentación de tu sonreír,
un suero que respiraba los pulmones de mi risa.

Mis sueños no lloran con desvelo,
olvidan el olor que tenia el cielo.

Se pierden del suelo los manantiales en celo,
cuando despiertan rotas mis pupilas
por la bendita carencia en las mentira.

Y voy cambiando el compás de los regazos,
los abrazos de diosas envueltos en lazos,
poniendo en tregua el arañar de labios
y clavarte los dientes en el cuello de tu extrarradio.

Mi tontería de vivir en el pasado,
anclado en el color de un corazón diplomado,
en el tacto erizado de tus ojos cerrados
me han costado esa falta del alimento sobre tus labios.

Mi amor derrocha la paciencia de las miradas,
una sabia bruta huérfana de tu cara,
una angustia por ganarnos la partida
a golpe de besos y caricias en la vida

Y así, está el tiempo por los veleros
de las raíces en la espuma de tus ojos.

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