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No es el miedo a la costumbre,
ni al calibre de los léxicos vacíos.
No es el peso de una presencia,
Ni la esencia que me fondea a una imagen.
Tampoco es el rumbo del tiempo,
el desvelo del cansancio,
ni la repetición del vacío y el espacio.
Es el desaliento en la furia de mis venas,
la arena de mi ventrículo derecho,
es el estrecho que hay ahora en mi pecho,
que ha congelado el redoble, su vida y credo.
Es este ateísmo de mis creencias,
al quebranto de lo que era,
estas maneras perdidas
y estas idas que ya no vuelan.
y estas idas que ya no vuelan.
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