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El último acento fue un silencio,
porque en el tono ya no había latido,
se habían ido las palabras de cansancio
y sin luces la distancia se había perdido.
La piel sigue descosiendo la cama
y la dirección de tus manos
ya no siguen mis miradas.
Insensato de ventrículo,
partiéndome el sonido de tu piel
y el recuerdo del pincel de tu pómulo,
porque desde el patíbulo de tu capitel
no me devuelves las llamadas ni el ayer.
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