jueves, 2 de agosto de 2012
· Complicidad de géneros ·
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Sus palabras son el resultado de un conjunto de explosiones emocionales sin ningún
rumbo, coherencia o finalidad. Se mueven por impulsos e incoherencias,que ni comprenden,pero
tampoco es algo que les preocupe. Rondan la más profunda bipolaridad del concepto moral que rodea al ser humano, balanceándose cual péndulo en el aire, sin preocuparse de las consecuencias de sus actos,
del peso de sus palabras o la influencia de sus intervenciones.
Saben de la persuasión, de la más pura manipulación, cual maestros ventrilocuos van tejiendo un telar
de premisas que acaban llevando a que se haga lo que desean, importándoles poco el resultado del mismo en la "persona-títere". Como una lluvia de rocas, su pronombre se hace más pesado en las manos, las noches se hacen más insomnes, los papeles en blanco más bordes, las sonrisas infieles, las lagrimas testigos y la felicidad se va por el retrete. Pero en su caso, eso es un pasar del que no se percatan; y es más ni les importa, su puro egoísmo de género lo traducen en un "no pasa nada".
Y así es como se derrumba el silencio que guarda la complicidad de miradas.
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