domingo, 30 de octubre de 2016

· Volver ·



·


Abro los ojos desconcertado...
¿qué le ocurre a mi Alma?,
sentado, respiro un tiempo muerto
mientras que mi aliento decide que pasa.

"¡Levanta!",
y de lejos me observa.

Siente miedo y un hormigueo de corazón,
me mira desconcertada y se enerva,
creo que piensa que juego con su razón.

Se desboca enfurecida y le grita al viento,
"¡un momento! ¡ningún miedo me mata!,
falso céfiro que de mi te empañas,
no vengas con artes ni confundas mi acento,
que yo construyo este escudo
para guardar los latidos de mi cuerpo,
que no tengo fe en tu credo,
ni agites tus alas".

"Yo no soy céfiro ni tengo alas,
solo soy el viejo sino de tu tiempo,
así que guarda tu odio y escudo Ánima,
que yo no tengo cuerpo
y solo tu rencor me mata.

Conozco los redobles de tus latidos,
¡así que no te mientas!,
no te sientas inmortal de quien no eres,
ni seas títere de la rabia que te alimenta.

Alma, sé quien ha redimido tu escudo,
¡es un fuego!una luz del norte,
un resorte de ternura y ojos añiles.
un roce de osadía y sabor en su porte.

La figura de ese fuego es vida,
ascuas contra tu defensa,
una extensa sonrisa que anida
ya en tus actos y en tu rima.

¡Alto Alma! Vuelve a tu recipiente,
piensa en este viejo sino y su huella,
abre los ojos, respira y siente,
retorna libre y ágil
para respirar junto a ella".


·






















No hay comentarios:

Publicar un comentario